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LA CAPILLA PALATINA OBRA CUMBRE DEL GÓTICO RADIANTE

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Luis IX (el futuro san Luis: 1214-1270) financió de 1234 a 1238 la capilla, pese a que ya había sido reconstruida por su abuelo, Felipe II Augusto. Su principal objetivo era conservar en ella las reliquias de la Pasión de Cristo, obtenidas en 1237 de Balduino II, Emperador de Constantinopla. Su maestro albañil, cuya identidad se desconoce, fue sin embargo uno de los genios del periodo gótico, el mismo que en 1231 había diseñado la iglesia abacial y necrópolis real de Saint-Denis (actual catedral de Seine-Saint-Denis). A él debemos la realización de la “caja de vidrio” propia del estilo radiante. Los muros se reducen para terminar creando una única pared externa de ventanales hasta el extremo superior. El edificio adopta el aspecto de un gigantesco relicario. Las bóvedas se sustentan exclusivamente sobre los arcos y los graciosos haces de columnas internos. Los contrafuertes externos se ven atravesados por un pasadizo, completado por otro pasadizo interno por encima de la arquería que se desmarca del muro. Gracias a la prefabricación en la cantera, la estructura alcanza niveles incomparables de ligereza, precisión en el trazado y ajuste de los elementos. Esta capilla palatina anuncia lo que sería la Sainte-Chapelle, construida entre 1244 y 1248 en París para la ostentación y el culto de las “Santas Reliquias”, valedoras del fundamento sagrado del poder monárquico.

La capilla del castillo real de Saint-Germain-en-Laye, o capilla palatina, mide 27 m de largo por su parte exterior, 16,40 m de altura bajo bóveda y 11,20 m de ancho entre los ejes de los muros.

Quedó muy deteriorada tras la Guerra de los Cien Años (incendio de 1346) y sufrió transformaciones considerables en tiempos de Luis XIII y Luis XIV, como la instalación de las tribunas laterales y de un nuevo altar mayor.

Tras su saqueo durante la Revolución, fue utilizada como iglesia para los presos del castillo, convertido en cárcel militar de 1836 a 1860.

La rehabilitación efectuada entre 1874 y 1908 se basó en los planos del arquitecto Eugène Millet, encargado por Napoleón III de la restauración del castillo en 1855. Las obras de recalce dejaron intactas las bóvedas y la parte superior, con su decoración policromada del siglo XVII. La parte inferior, el ventanaje y la sillería externa se restituyeron respetando íntegramente su estado en el siglo XIII.

Varios fragmentos escultóricos provenientes de las excavaciones y los desmontajes del siglo XIX, como capiteles, fustes, claves, gárgolas y porciones de ventanaje, dan testimonio de la exactitud de las restauraciones y nos desvelan restos de la antigua policromía.

El banco de piedra bajo la arquería permitía a los allegados de los soberanos y al personal del castillo asistir a los oficios religiosos, celebrados diariamente por un capellán con pensión real.

Tras la arquería, los palcos de los soberanos precedían a ambos lados el sagrario del ábside, donde se encontraban el altar y los relicarios.

El busto de Luis IX aparece representado en la clave de la bóveda del ábside. Mira en dirección del gran rosetón y tiene enfrente los retratos de su esposa Margarita de Provenza, su madre Blanca de Castilla, su hermana y sus cuatro hermanos, correspondientes a las siete cabezas de las otras claves de bóveda.

El vaciado del busto del futuro san Luis permite ver a tamaño natural el único retrato fiable del rey. Puede observarse la deformación de su cuello, debida a una atrofia muscular de nacimiento.

No queda nada del mobiliario antiguo, ni del conjunto de vidrieras del siglo XIII, que seguramente combinaban grandes personajes y escenas diversas con grisallas en los vanos laterales y axiales, todo ello completado por un conjunto mayor (Imagen del Mundo, Redención o Cristo en Majestad) en el rosetón, de un diámetro de 10,20 m.

Este gran rosetón, reconstruido por completo entre 1895 y 1899, es hermano del rosetón sur de Saint-Denis. Originalmente decorado con vidrieras, quedó cegado en 1539 por la Sala de los Guardas (actual sala de arqueología comparada).

Una puerta en el lado norte permitía el acceso privado a la capilla desde el patio. Enfrente, la otra puerta, reconstituida en 1899, estaba posiblemente destinada al paso de las procesiones, que cruzaban el foso por una pasarela levadiza.

En los lienzos de muro del ábside, cegados por el ala sur del castillo renacentista y no tocados por las restauraciones, pueden observarse cruces de consagración antiguas, en bajorrelieve muy ligero, y vestigios de decoración pictórica del siglo XIII.